Qué mala es la abundancia… Tenerlo
todo a mano. Casi gratis. Películas, libros, discos, juegos y lo que ni conozco
(ni quiero conocer). Teníamos mucho y solo faltaba Internet. La guinda que
terminará amargando el ya empalagoso pastel.
Porque empieza a resultar
complicado apreciar las cosas. Porque nos están acostumbrando a usar y tirar (o
a tirar incluso antes de usar). Porque nos bombardean con información
desinformativa. Porque van a conseguir que el grueso de la sociedad: ¡no
piense!
A muchos, esta conjura
(¿de los necios?) nos pilla creciditos. Curtiditos. Escaldaditos. A fin de
cuentas, ya tuvimos nuestro gusanillo y eso no nos lo pueden quitar. Además,
las sensaciones (ya) vividas son recuperables…
Por eso: los que me
preocupan son los jóvenes. Que deberían empezar ¡ya! los correspondientes
ejercicios de austeridad. Entrenarse para lo que se les viene encima. Porque
aunque ellos, al parecer, lo ignoran, están abajo (o debajo del rollo [o
rodillo] compresor).
El bofetón que les
espera, y no lo saben.
Pues tienes toda la razón. Pero me viene a la cabeza aquello de poner la otra mejilla y... Y la manía del ser humano de ponerla cuándo, dónde, y hasta a quién no debe... Y, claro, así nos va, je, je...
ResponderEliminarAbrazotes gordotes
La suerte está echada... Esto no hay quien lo paré... A las barricadas... No queda otra.
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