Cuando estás leyendo un libro que te
han recomendado (¡y te han regalado!, David, ¡cuidado! esto se puede convertir
en una costumbre) y de pronto sientes una sensación extraña porque no sabes muy
bien qué estás leyendo, se agolpan sentimientos encontrados.
Así que creo que es mejor ir por
partes.
El libro —ojo, sigo llamándolo “el
libro”— está dividido en tres partes diferenciadas en su forma. La
primera, La huida, está dominada por un narrador que se pretende
omnisciente pero en realidad de quien lo sabe todo es de Raquel, la
protagonista. Y este narrador expone, sin ningún género de dudas, hacia dónde
huye Raquel y por qué. Tiene muy claro qué es lo que ella no quiere, de ahí que
lo remarque de todas las formas posibles; sus no deseos, expuestos con una
enumeración anafórica para que no haya dudas, van seguidos de diferentes
complementos directos: perífrasis durativas, subordinadas sustantivas o de
infinitivo, sustantivos abstractos o concretos… En fin, el narrador incide en
estos “no intereses” para que los asimilemos, No quiere que […] No
quiere ansiedades […] No quiere despreciarse… Las repeticiones son
constantes, sin embargo la anadiplosis no remarca su deseo, el sueño de Raquel
sino, irónicamente, lo contrario «le gustaba ensoñar que era rica […]
Ya no quiere ser rica […] Sonríe para ella. Sonríe para ella porque en cierto
modo es rica».
Si el lector hace caso al narrador
descubre a un elemento inestable, caótico, aunque cuando intuye que solo es
omnisciente por momentos, o solo con Raquel, no sabe qué pensar… ¿Este narrador
es testigo? ¿Por qué no sabe qué le ocurre a Nacho, el otro protagonista? «Así
piensa Nacho, […] Raquel no consigue dominarse […] Y parece sincera».
La desorientación se acrecienta con
la llegada de Alejo. El lector se ve más perdido aún. La narración queda
incompleta, las acciones se mezclan con los pensamientos, que no pertenecen del
todo a Alejo sino a otro, al narrador, a quien no le interesa contar mucho de
este personaje, por eso las frases cortas no terminan de definirlo, incluso las
palabras, un tanto afectadas, le dan un halo de misterio, irreal «Harto
de dar vueltas buscando la postura onírica, abandona el lecho y se viste. […]
Se va tras el auto. […] Alejo sonríe. La ha reconocido. Es Raquel, su amor platónico
de adolescencia […] Alejo es el médico del pueblo».
Seguimos enterándonos de la vida de
estos personajes, o de lo que el narrador quiere, pero la desazón aumenta.
Ninguno de los tres aparece con cierta profundidad psicológica. Es difícil
entenderlos pues, en ocasiones ni siquiera las preguntas a sí mismos se las
hacen ellos, por lo que el desasosiego que pretenden demostrar no es del todo
creíble «Raquel anda y medita […] ¿Qué me pasa? […] Pues si teniéndolo
todo no consigue ser feliz, ¿qué será de ella si algo se rompe?». Y en
ocasiones nos encontramos con afirmaciones que, en cierto modo se contradicen.
En cualquier caso el narrador sigue exponiendo una Raquel algo más creíble que
sus dos compañeros. Ella se confiesa adicta al sexo, algo que la aboca a cierta
promiscuidad y al mismo tiempo la lleva a tener baja autoestima.
Por el contrario, Nacho, también
adicto al sexo, solo necesita a Raquel, por lo que hará lo que sea para que no
se vaya de su lado, pero en realidad lo que quiere es seguir siendo la parte
dominante de la relación «Nacho no tarda en entrar […] Raquel espera.
Raquel disfruta con el juego y presiente que después se sentirá limpia».
Cuando termina la primera parte
sentimos que estamos ante algo demasiado histriónico, algo semejante a una obra
teatral, moderna, entre comedia negra y ácida. Esta sensación se acrecienta en
la segunda parte, El Blog. Ante nosotros se despliega una especie
de novela epistolar, pero moderna, de cartas cortas, una novela de notas. El
lector se ve como espectador de una posible realidad en la que los personajes
ahora se dedican a crear un blog. Todo un simbolismo cargado de elementos
vinculados a los mass media, con cierta estética de marcada
impronta posmoderna. La inmediatez se hace evidente en esas conversaciones
impensadas. También la mentira. Y la rapidez. El reflejo social queda expuesto
a la perfección con la sintaxis rara, rompedora de los blog, las onomatopeyas,
las afirmaciones directas, categóricas, que se hacen amparados en el
anonimato «En esta sociedad idiotizada son muy pocos los que saben
apreciar un buen libro», frases hechas, comodines usados para intervenir
cuando no hay nada que decir porque necesitamos sentirnos parte de algo, «ganas
de llorar me entran, idiotas, cretinos ja-ja-ja, cretinos pero del culo, hasta
nunca y que os folle un pez». Revelaciones aparentemente intrascendentes
pero ocultadas a conciencia, porque cuesta trabajo salir de nuestro reducto
particular en el que nos sentimos seguros «¿Por qué dudas sobre mi sexo
Nacho?, o mejor aún ¿Por qué te preocupa?». Un blog que refleja la poca
aceptación que tenemos de nosotros mismos en una sociedad pretendidamente
liberal, pero que no lo es tanto.
La tercera parte aparece ya como
obra teatral (casi absoluta). ¿Es novela? Tiene demasiados diálogos. No hay
extensas narraciones. Los espacios son reducidos… ¿Es teatro? Podría ser, al
menos esta última parte marcada por los diálogos, incluso el narrador casi
desaparece para conformar una especie de acotación que sitúa al espectador en
la acción «Una ambulancia. Prisas. Un hospital. Un médico y dos
enfermeras…» Pero no hay actos sino capítulos que, paradójicamente
empiezan donde terminó la primera parte: Z, para llegar al punto de partida de
la primera parte: A. Es entonces cuando todo cobra sentido. Cuando la labor
de P.L. Salvador y Mercedes
de Miguel adquiere una unidad total, ensamblada, perfecta. Del caos
que nos han ido presentando ha surgido un mundo nuevo formado por los
entresijos de la labor del escritor, de la autoría compartida. La huida es
el sueño de algo por crear, los apuntes previos a una novela. El blog representa
la sociedad, las oportunidades que podemos encontrar en las redes sociales para
llevar a cabo nuestros sueños. El despertar es la decisión de
hacer real el sueño, de dar el paso, de elegir lo que nos gusta.
Es una novela rompedora, total,
cargada de humor, actual, capaz de cobijar a lectores de todos los niveles.
Incluso el final gamberro, de doble sentido, es un reflejo del ahora.
El proceso artístico de ambos
autores surge ante nosotros acompasado, sin limitaciones y sin imitaciones,
único.
Novela paradójica, artística (el
parecido de los protagonistas con personas relacionadas con el cine puede ser
un arma de orientación o confusión en la interpretación), en apariencia para
intelectuales que, sin embargo está al alcance de cualquier lector porque
representa la nueva sociedad. En realidad la historia se dirige hacia unos
personajes, Marta-Raquel, Nacho, Alejo… víctimas de la situación caótica que
están viviendo. Son personajes frágiles, inseguros que necesitan de la palabra,
de la comunicación, en esta sociedad que los aísla. No interesa sacar a la luz
la psicología de estos personajes, solo su fragilidad; de hecho la palabra
constante cargada de energía y reflejada en el proceso de la escritura, actúa
en Marta como dinamizador del ritmo de la historia paralelo a su conducta.
El discurso narrativo decae a favor
de una sucesión de imágenes o ideas que captan las sensaciones que los
protagonistas-autores han experimentado en situaciones cotidianas.
Cuando hay un posible entorno
degradado (el atisbo de malos tratos, la prostitución, la dependencia vital o
laboral…) se recubre con una película de bondad, así el mundo caótico adquiere
cierta esperanza. El miedo a la soledad es más fuerte que cualquier otra
situación de esta sociedad. Vivimos rodeados de odio, de afán por el dinero,
del placer de dominar, de hipocresía… Todo queda a la vista en La
extraña curación de Marta, pero los autores no buscan una
transformación social (la realidad queda casi confundida con la ficción),
simplemente describen esta sociedad con pinceladas. El lector debe
interpretarla, analizar esta cultura de la imagen en la que vivimos rodeados de
inmediatez, rapidez, cambio de percepción ante los hechos, y sacar sus
conclusiones, o no, pasar un buen rato.
No queremos un trabajo fijo,
queremos el riesgo, no queremos una pareja fija, pero paradójicamente ansiamos
estabilidad emocional sin importar a costa de qué. No hay premios, sí miedo a
la soledad.
La combinación autorial se traslada
al cruce de ambientes (rural-urbano), de personajes (de diferentes clases
sociales), de mundos (interior-exterior) y de ficciones; la realidad
metaficticia del proceso de la escritura en la escritura, sirve para ahondar en
la autenticidad del texto. Los sueños juegan (como en la realidad) un papel
importante en el estado interno de Marta que pasa a convertirse en crisis
existencial a través de la ironía, «Tu tía tiene su vida, es una
persona importante y necesita estar sola para poder escribir».
Texto original
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