Orfebrería
narrativa en cuanto al manejo que el autor hace del marco temporal en el que se
desarrolla la acción. Todas las historias que aquí se cuentan y se entrecruzan
arrancan en 1960 y concluyen entre 2010 y 2011. La obra tiene dos partes que Pl
Salvador estructura magistralmente.
Cesia es una
psicóloga que sufre las consecuencias de esa gran recesión, o gran estafa, que
nos tocó padecer a partir de 2008 y que, por mucho que se quiera negar, estamos
aún lejos de superar. Sus trabajos y sus días dejaron de ser lo que eran y
decide escribir una novela, algo que difícilmente aliviará su economía, pero
que la atrapa de lleno no sólo por meter en vena las vicisitudes de los
personajes que van desfilando por su historia, sino también porque, en un
momento dado, la propia Cesia entra de lleno en su propia invención, se
relaciona con los personajes, y ellos con la autora, hasta el extremo de que
dialogan con ella, se le rebelan y le hacen reproches. En este sentido, puede
considerarse que hay un cierto parecido con una de las grandes novelas de
Unamuno, con “Niebla”, con aquella “nivola” unamuniana en el que el personaje
Augusto Pérez se le aparecía en sueños al autor y se le quejaba por el trágico
destino que le había dado. No es baladí esta coincidencia. De hecho, Julián
Marías, en su libro sobre Unamuno, advirtió que don Miguel no tuvo seguidores
en su manera de novelar, en la arquitectura de sus “nivolas” donde no había
paisaje, donde el hondón de los pesares y de los sueños de los personajes
ocupaba la trama.
Orfandades,
bajos fondos, traiciones, ausencias. Y, sin embargo, el poso que nos deja la
lectura de esta novela no es la sordidez de esos ambientes, sino que, antes
bien, hay heroísmo, afán de superación, batallas ganadas a las injusticias,
recuerdos que vencen a las heridas que deja la muerte, ausencias que también
son presencias.
Drogas,
prostitución, síndromes de abstinencia, endiosamientos, realidades que tardan
en ser conocidas por los personajes y que, no obstante, asumen con valentía y
rescatan lo mejor de aquellas personas que han perdido, como es el caso de
Jairo.
Nos
encontramos no sólo con un manejo de las técnicas narrativas realmente
admirable, sino que además PL Salvador consigue que, aun tratándose de una
novela más extensa de lo que viene siendo habitual, nos resistamos a abandonar
la lectura, y ello no obedece a que la trama sea más o menos trepidante, sino a
la orfebrería del narrador que logra que lleguemos a lo más lírico de sus
personajes sin dramatismos exagerados, sin necesidad de almibarar con finales
felices.
Cesia se fuga
de su mundo, la crisis la empuja hacia otros horizontes y nos muestra no sólo
las vidas y vicisitudes de sus personajes, sino también una realidad social
magníficamente plasmada, sin que ello suponga —y aquí está otro de los muchos
méritos de esta novela— incurrir en un realismo romo. También hay fantasía,
también la realidad es deformada para que Cesia tenga su protagonismo al
principio y al final de la trama.
“La Fuga de
Cesia” es una excelente novela, innovadora técnicamente y, al mismo tiempo, ofrece
unas historias magníficamente contadas que podrían haber sido tomadas del
“natural”. Cesia, como narradora omnisciente y, a la vez, como personaje, no
sólo inventa la trama, también sabe inventarse y reinventarse a sí misma, con
notable éxito narrativo.
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