Neel Ram II (El Yunque de Hefesto)

 


“Escribo para mi musa, me dijo hace muchos años. Empecé sin ella, no sé cómo, pero mis mejores obras las he escrito para ella”

 

Hay personas destinadas, no solo a conocerse, sino también a amarse. En cualquier circunstancia y situación. Seres que albergan un sentimiento mutuo puro y sincero que va más allá de la mera atracción sexual, el interés o la satisfacción de algún tipo de necesidad. Un afecto imperecedero que se mantiene aletargado hasta que el destino les permita encontrarse. Cuando eso suceda, cuando se avive la llama, ya nada podrá apagarla. No importa si ese día llega en el momento justo o demasiado tarde. La vida es larga y, aunque hasta en el más ideal de los mundos posibles surgen dificultades, si se sabe esperar y se valora más lo que se tiene que lo que falta, el viaje puede ser maravilloso.

 

Rod Avlas es un escritor que, como la mayoría de los de este país, debe desempeñar otros oficios para subsistir. Cuando visita una pequeña localidad como operario de mantenimiento conoce a Neel, su lectora más fiel. Una persona inteligente y segura de sí misma que le declara su admiración y se confiesa enamorada de sus obras. La joven cree (y no se equivoca) que todos los libros que ha escrito hablan de una misma mujer con distintos nombres. De la Musa que aún no ha encontrado, pero sí imaginado. De ella. 

Rod, sorprendido, intuye que es cierto y que siempre la ha estado buscando. Pero Neel no solo está casada y es madre, sino que además adora a su marido.

 

Juguemos. Unamos los nombres y démosles la vuelta. 

Rod Avlas. 

Y ahora, Neel Ram. 

Exacto, tenemos Salvador y Marleen. Sí, son el autor de esta historia y su esposa. Personas reales en un mundo sin narrador. 

La novela arranca en 1993, año en que se conocieron, pero en una realidad totalmente diferente. Una soñada por el escritor levantino que, aunque no le pone las cosas fáciles a su alter ego, sí le permite (a él, al Escritor tras el escritor) tomarse la revancha de las desilusiones literarias que se ha llevado a lo largo de su vida. Y hacerlo, además, apoyándose en las alegrías que sus auténticos lectores le han dado. Pero este universo alternativo le concede, sobre todo, la posibilidad demostrar que en su vida solo hay sitio para una mujer. Que así es, así debe ser, y así será. Y eso no cambiaría en el caso de que no pudiese estar junto a ella. 

 

Esta segunda parte de la trilogía (a la que da nombre, y que ha sido publicada en un solo volumen) es, en apariencia, otra travesura del mismo estilo de su antecesora. Una historia cuya autoría se disputan el novelista de carne y hueso, y su personaje de El vampiro virgen.

Los diálogos, ágiles, frescos y divertidos, transmiten la esencia de cada uno de sus protagonistas haciendo, al igual que en la vida real, innecesaria la presencia de un narrador. Y como en toda mascarada que se precie, hay truco. Rod es el escritor al que se le terminará concediendo el reconocimiento que a Salvador aún no le ha llegado. Un hombre casi ideal al que todos admirarán. Pero cada alabanza, cada uno de los muchos elogios que se le dedican, están lejos de ser un vano ejercicio de egolatría. Todos, del primero al último, han sido escritos por lectores reales entre los que orgullosamente me incluyo y, por tanto, han sido robados del mundo donde pocos le han leído aún.

 

Pero Neel Ram es, ante todo, una declaración de amor a Marleen. Una declaración auténtica, profunda y espiritual. La revelación de un sentimiento que, como decíamos al principio, va más allá de la dimensión física. Salvador le está confesando en estas páginas que siempre la ha querido y que siempre la querrá. Que sus libros son las hijas que Ella le ha dado. Que en Ella encuentra su inspiración y su fuerza. Que así es en esta vida y así sería en cualquier otra.

 

¿No os dais cuenta de que hay que leer a PL Salvador al menos una vez en la vida? Es valiente, original, divertido, y capaz de reescribirse a sí mismo. Y si no me creéis, esperad. Muy pronto os hablaré de la última parte de esta trilogía y comprobaréis que no tiene ningún miedo a seguir Nadando Contracorriente.


Texto original

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